jueves, 31 de mayo de 2012

> Sospechar de la representación del mundo


El número de noticias con contenido de ‘horror’ por cada mil publicaciones al año, se cuadruplica en las tres últimas décadas del siglo XXI. Los medios de comunicación de países desarrollados ofrecen un contenido informativo sesgado y frívolo que fomenta una visión negativa de los países en vías de desarrollo.


Hay desinformación porque no es rentable hacer positivas noticias de países en vías de desarrollo, sólo cuando hay conflictos porque apela a la emoción. Todas las noticias sobre acontecimientos bélicos, hambrunas, desastres y violencia, entre otros, han obtenido notoriedad pública y con ello, una gran cantidad de audiencia. Son los medios de comunicación –controlados por el Estado-  los que muestran qué acontece en diversas partes del mundo, sucesos que provocan un gran impacto emocional y atraen la atención de miles y miles de personas que aceptan esa ‘construcción de la realidad’ que los medios muestran. 

Desde el punto de vista del ‘quehacer’ periodístico crítico, denunciar la falta de derechos, desastres, injusticias y desigualdades, supone una labor de libertad de oficio que se ha visto mermada con el avance tecnológico y los conglomerados informativos. El periodismo de mesa fluye en detrimento de la presencia física en el hecho, con una información ya filtrada y procesada que se trasmite por el mundo. Muchas veces la denuncia roza el límite con ‘la cultura del horror’ informativa. Si la proximidad fomenta el interés de la noticia, el miedo es primo-hermano del morbo informativo. Una secuencia informativa compuesta de muertes, o, en su defecto, de riesgos de muerte, parece ser el contenido común del bloque más importante de los informativos.

Pese a que este tipo de acontecimientos suelen ser infrecuentes, son usados como guinda en cada medio. Juegan con la morbosidad informativa, lo que supone incrementar la negatividad de aquellos países donde ha sucedido y forman una visión un tanto distorsionada de la realidad. De forma inconsciente, tendemos a asumir como normal lo que estamos habituados a ver de una determinada manera. Si bien los desafortunados acontecimientos generan una gran movilización mediática, su aparición constante muestra una realidad social atravesada por infinidad de contrastes y desigualdades que parecen estar normalizados. 

Puede que haya intereses en que cierta información no salga a la luz para mantener una conciencia y conocimiento negativo. El mercado internacional de la información, básicamente esta orientado al consumo masivo de informativo  en los países desarrollados. Las noticias sólo aparecen cuando cumplen los intereses de los medios, tanto por la censura interna de cada país como la impuesta por los medios internacionales. El subproducto es una información maquillada que explota sólo una parte realidad.

La otra cara de la moneda que permanece menos visible, es la vida normal y corriente de millones de personas que a los medios no les beneficia mostrar. Son los culpables de fomentar una venta de información basada en el horror que difumina la realidad e insensibilizan a los receptores. 


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jueves, 31 de mayo de 2012

> Sospechar de la representación del mundo


El número de noticias con contenido de ‘horror’ por cada mil publicaciones al año, se cuadruplica en las tres últimas décadas del siglo XXI. Los medios de comunicación de países desarrollados ofrecen un contenido informativo sesgado y frívolo que fomenta una visión negativa de los países en vías de desarrollo.


Hay desinformación porque no es rentable hacer positivas noticias de países en vías de desarrollo, sólo cuando hay conflictos porque apela a la emoción. Todas las noticias sobre acontecimientos bélicos, hambrunas, desastres y violencia, entre otros, han obtenido notoriedad pública y con ello, una gran cantidad de audiencia. Son los medios de comunicación –controlados por el Estado-  los que muestran qué acontece en diversas partes del mundo, sucesos que provocan un gran impacto emocional y atraen la atención de miles y miles de personas que aceptan esa ‘construcción de la realidad’ que los medios muestran. 

Desde el punto de vista del ‘quehacer’ periodístico crítico, denunciar la falta de derechos, desastres, injusticias y desigualdades, supone una labor de libertad de oficio que se ha visto mermada con el avance tecnológico y los conglomerados informativos. El periodismo de mesa fluye en detrimento de la presencia física en el hecho, con una información ya filtrada y procesada que se trasmite por el mundo. Muchas veces la denuncia roza el límite con ‘la cultura del horror’ informativa. Si la proximidad fomenta el interés de la noticia, el miedo es primo-hermano del morbo informativo. Una secuencia informativa compuesta de muertes, o, en su defecto, de riesgos de muerte, parece ser el contenido común del bloque más importante de los informativos.

Pese a que este tipo de acontecimientos suelen ser infrecuentes, son usados como guinda en cada medio. Juegan con la morbosidad informativa, lo que supone incrementar la negatividad de aquellos países donde ha sucedido y forman una visión un tanto distorsionada de la realidad. De forma inconsciente, tendemos a asumir como normal lo que estamos habituados a ver de una determinada manera. Si bien los desafortunados acontecimientos generan una gran movilización mediática, su aparición constante muestra una realidad social atravesada por infinidad de contrastes y desigualdades que parecen estar normalizados. 

Puede que haya intereses en que cierta información no salga a la luz para mantener una conciencia y conocimiento negativo. El mercado internacional de la información, básicamente esta orientado al consumo masivo de informativo  en los países desarrollados. Las noticias sólo aparecen cuando cumplen los intereses de los medios, tanto por la censura interna de cada país como la impuesta por los medios internacionales. El subproducto es una información maquillada que explota sólo una parte realidad.

La otra cara de la moneda que permanece menos visible, es la vida normal y corriente de millones de personas que a los medios no les beneficia mostrar. Son los culpables de fomentar una venta de información basada en el horror que difumina la realidad e insensibilizan a los receptores. 


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